Otros atractivos turísticos



Cuando se habla de atractivos para el turismo de inmediato viene a la mente una playa asoleada, una piña colada, palmeras y mucha arena blanca; pero ocurre que algunas de esas  playas  nunca son visitadas por turistas, muy poco por los propios del lugar, solo por contrabandistas que se detienen a tomar aliento entre viaje y viaje de su acción criminal; mientras tanto en alguna otra parte del mundo un hueco lleno de fuego y destrucción, un volcán, está lleno de personas de todo el orbe ávidas de vivir de cerca la experiencia de correr cuesta abajo perseguidos por un flujo piroplastico que amenaza sus vida, algo que nunca ocurrirá; esas son ideas que los operadores turísticos, antes llamados guías, anteriormente denominados baquianos, introducen en sus mente para hacer más emocionante la vista.



Esa abismal diferencia ocurre porque, además de naturaleza (montaña, selva o mar) la arquitectura (edificios, ruinas) o la historia, el turista, ese individuo que en compañía de su familia desea tener en dos semanas todo aquello que solo puede tener en la televisión durante el resto del año, esa persona, quiere más emoción, aventura y comodidad por su dinero. Por contradictorio que parezca.
Lo primero que el turista quiere es accesibilidad; si los principales focos de atención de una atracción no cuentan con vías de acceso y con los recursos para el traslado, para una señora jefe de oficina ese lugar no existe, ella no va a dejar sus zapatos pegados al barro del camino. Tampoco existen cuando los recursos están disponibles pero aún falta conectividad, para el obrero que paga sus vacaciones a la orilla de la playa es inconcebible, fastidioso y “mejor me quedo en mi casa” si tiene que perseguir un taxi para llegar al hotel desde el aeropuerto, arrastrando seis maletas, o tener que hacer filas y tomar dos buses llevando tres niños a cuestas para llegar a la orilla de la cascada. Pegada a esta idea está la de disponer de transporte público eficiente y eficaz, confiable, en el que pueda conocer el resto de la ciudad por aburrida que esta sea, para ir de compras, visitar otros lugares por su cuenta o solo para esperar la próxima atracción. El visitante no quiere sentirse atrapado y sin recursos en una ciudad que le es desconocida.



El viajero también quiere sentir la profesionalidad de trabajadores en el sector turístico, que sean personas capacitadas en el rubro, con conocimientos de toda la información sobre el lugar en donde se está; porque los niños, que por unas monedas narran el cuento de un monumento que esta frente a ellos, no son guías de turismo, son personas luchando por vivir. Además el visitante quiere a su lado a una persona que sepa asistirle y resolver sus problemas; incluso los más básico como agua en la habitación, luz en los pasillos y servicios sanitarios en los lugares donde es llevado.
Los trotamundos también esperan que los lugares que visitan dispongan de asistencia sanitaria básica, primeros auxilios, traslados de emergencia y baños, nada que ver con eso de orinar detrás de un árbol grande. Porque nadie espera morir por el emponzoñamiento de un alacrán en pleno siglo 21 y menos estando en un lugar poblado que está a menos de cincuenta kilómetros de un aeropuerto. Lo otro que no solo los excursionistas esperan, algo que todos esperan, es seguridad; no la sorpresa de llegar a la habitación y encontrar que sus cosa valiosas fueron hurtadas o que después de las seis no pueden salir a la calle porque son asaltados por hordas de maleantes que dominan la ciudad o peor aún, que una caminata por el bosque se convierte en una película de secuestro, violación, escape, evasión y resistencia sin esperanza de rescate.
Los viajeros quieren pasear despreocupados, mirar las estrellas y beber un trago de licor en alguna quieta esquina que les evoca algún hermoso momento, un sentimiento de la juventud, un amor; ellos quieren sentirse seguros, pero sin tener la percepción que están dentro de un estado policial que para su protección les pide cada dos calles sus papeles, sus identificaciones y visas.
También quieren llegar a un destino que no esté saturado de visitantes, donde no tengan que hacer media honora de cola o fila, como llaman en algunos lugares, para comprar un postre, para entrar al cine o solo para comer un plato típico; ellos quieren ir a lugares bien conservados, donde exista espíritu claro de la protección al medio ambiente y en donde existen otras actividades además del atractivo principal, que a final de cuentas es precisamente eso, un atractivo, un faro, un foco, un ancla, el objeto o sitio cuyo encanto los hace viajar horas y días pero que siempre tiene un  atractivo que se diluye a la media hora de verlo; al turista es necesario entretenerlo durante horas y días, pero sin agobiarlo.
A final de cuentas el turismo es un negocio afectado por las leyes de las ofertas comercial, cultural y de ocio, entonces, si esta no se adecua la demanda del cliente nunca se desarrollara de manera sustentable, satisfactoria y desde el punto de vista humano, adecuada.

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