Carta de despedida

(a mi cuerpo)
Para ser leída por mis nietos y nietas el día de mis funerales

Querido cuerpo:
Si hoy estás escuchando esto y no es mi voz la que lo lee es porque ya no estamos juntos por primera vez desde el día en que como uno solo ingresamos a la vida, la gracia de Dios nos unió indisolubles hasta este momento, aquel día el único testigo material fue mi madre, la que nos dio, vida a ti y conciencia a mi. Gracias mamá por tan hermoso regalo.

Querido amigo, si puedes escuchar esto, otra vez, y no es mi voz la que escuchas, no te asustes por favor, no temas a la locura, ya todo terminó, es hora de descansar, tú has muerto, no me escuchas porque nos hemos separado para siempre, no por mi gusto, sino porque es la ley de la vida. Yo estaré bien, por mi no te preocupes, tu sabes cual sera mi eterno destino, ese tema bastante lo hemos meditado. Este no debe ser un momento triste, tampoco para hacer fiesta, es tiempo de reflexionar. Es el último acto de la vida, debemos separarnos para siempre, tu a la tierra, tú al polvo, tu al descanso y mi alma a los pies de Dios, sujeto de su gracia, a la espera de su favor y misericordia, que bien conoce que muchos son mis pecados, muchísimas mis faltas, pero infinito su perdón.

Querido amigo, juntos compartimos los momentos más tristes, las mayores soledades, los máximos dolores y las desgracias que trae la vida. No lo vi entonces y ahora lo reconozco, nunca estuve solo, Dios y tu estaban junto a mi y a ninguno de los dos los reconocí, !perdónenme¡. Amigo mio, gracias te doy por haber estado allí y ser el único testigo de mi primer encuentro con Dios, el día de mi nacimiento, como me gustaría que estés allí el día que lo vuelva a encontrar, pero mi amigo, tu lo veras primero, ese es tu premio a tu lealtad y amor hacia mi.

Tu y yo para todo y contra todo, ríos embravecidos, mares agitados, fuegos incontrolables, cielos infinitos, selvas, desiertos, sabanas, carretera, fiestas y trabajo, gracias por todo. Fueron momentos excelentes, todos los buenos y los malos, los difíciles y los excelentes, todos ellos fueron junto a ti momentos inolvidables. Juntos pasamos frío, juntos sentimos el calor, juntos crecimos, tú te desarrollabas y yo me hacía hombre, sabemos bien que en algunos momentos olvide tu existencia y actúe con ánimo autodestructivo, pero no fue con mala intención, fue ese ímpetu juvenil que luego desapareció para dar paso al cuidado extremo de la madurez, y si alguna vez deje de pensar en ti, gracias te doy porque tu no dejaste de recordar tu misión de autoconservación.

Gracias a tus manos por acompañarme en la aventura de escribir, en la pasión, en el amor y sobre todas las cosas en la ocasión de expresar mi amor por Dios y de expresarlo con ustedes entrelazadas como recordatorio de la comunión. Gracias manos por servir como la cortina que oculto mi rostro transfigurado por el dolor, por la vergüenza, por la felicidad, por la rabia y por detenerse todas las veces que les fue posible para evitar que tomara la justicia entre ustedes y la hiciera valer ante malvados y cobardes. Gracias manos que lavaron mi frente, lavaron mi sangre y cubrieron mis heridas, que tocaron a quienes ame y que hoy último gesto vivo atesoran un símbolo de la casa de Dios.

Gracias brazos por darme la oportunidad de expresar mi amor a mis seres queridos,  gracias piernas porque aún más allá del dolor, el cansancio y de las ganas de desfallecer permanecieron firmes y nos llevaron a todos los mundo que quisimos conocer. Nos llevaron a la seguridad, lejos del terror, lejos del peligro, lejos de la muerte. También gracias a mis dedos, nariz,  pulmones, corazón, cerebro, sistema digestivo, sistema linfático, sistema nerviosos, piel, uñas, apéndice, amígdalas, gracias a todas y  cada una de las células que te conformaron cuerpo. Por estar allí y funcionar sin fallas a pesar del maltrato que les pude haber dado. Gracias en especial a ustedes, mis ojos, que ya no son míos, son de quién les 
necesite, ojos que vieron la luz del mundo a través de las enseñanzas de mi madre, el amor a través de los de mi esposa, la pasión en quienes me amaron y otros mundos en la fantasía de los libros que pude leer. 

Pido tu perdón amigo mío por el mal que te cause ese día que ose despreciar a Dios, tú reconociste lo vacío de mis palabras y esa noche vomité demostrando tu desacuerdo con esas pendejadas que alguna vez dije.

Perdona lo malo, amigo,  perdona los descuidos, Perdona la fractura de costilla, la parálisis facial, los dedos fracturados, la nariz rota, las heridas, los raspones, las gripes mal curadas, las úlceras, perdóname a mí, mis descuidos y las tantas veces que te lleve más allá del límite de la fatiga. De nuevo gracias por ser más fuerte que yo, porque en los momentos en que desistí tú persististe, en los momentos en que vimos la muerte, física, intelectual o moral  tú escogiste la vida  y seguiste avanzando, te escapaste del perecimiento, nos escapamos de la muerte y sus mil formas de llegar hasta los hombres, porque cuando ya no había más fuerzas, cuando ya estábamos exhaustos, tú siempre diste más, tú siempre diste mucho más. Hoy descansa, nuestra eterna camarada nos alcanzó y reclama a tiempo y con justicia tu presencia.

Amado compañero, eres libre, tienes alas, esta alma ya no te atesora ni encadenara a la tierra, te pido que regreses como vinimos a ella, en paz y para siempre. Si acaso algo de ti aún puede ser usado espero estes de acuerdo que lo sea para hacer felices a otros, te pido que no le falles, tú nunca me fallaste, y cuando lo hiciste fue para obligarme a descansar. Ya no eres mío, nunca lo fuiste, tu lo sabias: es tu hora de regresar a tu lugar, al polvo, al barro, a la tierra, al agua, al aire, al fuego, es hora que  regreses a donde de verdad perteneces, a la naturaleza.

Querido amigo, ya no nos volveremos a encontrar, jamás volveremos a ser uno, pero amigo mío, te juro que si la conciencia persiste, y debo regresar, nacer otra vez de nuevo te elegiré como mi compañero. Jamas te olvidare, pues fuiste único, me hiciste único y junto con mi conciencia formamos un ser a la imagen y semejanza de Dios. Este es el momento del adiós definitivo, de tomar caminos separados, has sido un buen compañero de aventuras y de viaje. Ten vientos favorables, mar calma y excelente travesía. 

Buen viaje amigo mío.

Comentarios

  1. Recordado Luis Emiro, que hermosas tus letras, espero que la vida en algún momento nos brinde la oportunidad de tomarnos un café (si es una tarde de lluvia mejor)

    ResponderBorrar

Publicar un comentario