Amor, pan y cebollas

Los enamorados nacidos en el siglo pasado pronuncian esta frase entre suspiros para declarar, no solo sus sentimientos hacia esa otra persona que le priva del sueño, del hambre y de la paz pero sin la que no se puede vivir, si no, también para hacer la declaración pública y jurada donde manifiestan el desinterés por lo material, incluso la comida, las comodidades y los lujos, para manifestar su preferencia por el amor mismo hecho humano en él ser amado.
Esto ocurre porque la cebolla ha sido tradicionalmente señalado como un alimento que simboliza la pobreza, aun cuando su precio por temporadas es equivalente a la plata en lingotes y que es profusamente utilizada en casi todos los platos de la comida nacional e internacional, además de ser la protagonistas de muchas ensaladas clásicas. 
Por su parte el pan tampoco es una mercancía despreciable, de hecho se ha relegado a los pocos hogares que lo pueden pagar. Quizás sea la arepa de maíz pilado o pelado la forma de ingesta de carbohidratos más adecuada a la realidad y actualidad de la frase.
Lejos de los suspiros y las declaraciones de un amor eterno que solo durará tres meses, sì, existen personas que han comido pan con cebollas, así, sin nada, y les resultó pasable. Dicen que si se le agrega perejil su aceptación cambia radicalmente hacia lo positivo. Nada malo se puede decir del pan amasado y horneado con cebollas y  perejil. El comentario general le cataloga de absolutamente delicioso. Los menos afortunados dicen que no comieron pan con cebollas, pero con arepas si. Y sin nada de aderezo. También lo señalaron como sabroso. Más suerte tienen quienes comieron las cebollas caramelizadas, pero así no es él pan y cebollas.
La fama de angustiante tristeza de esta frase fue confirmada en las “Nanas de la cebolla” de Miguel Hernández, poeta español,  quien, desde su celda, dedicó un canto de cuna a su hijo a raíz de recibir una carta de su esposa, en la que le comentaba que no comía más que pan y cebolla. La primera estrofa dice así: 
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días 
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
Se puede especular entonces que esta expresión toma sentido, en lo poético, en el hecho que, con el corte de las cebollas vienen las lágrimas, lo que sumado a  que los europeos siempre tienen como último recurso alimentario a las hogazas de pan de concha dura, dan como resultado él sentido y sentimiento alojado en la frase. A la final o en el principio, las lágrimas de tristeza y durezas de la vida son panorama cierto para los amantes, pero con su amor mutuo las transmutan en alegrías y algodon de azucar, porque cuando se quiere a alguien de verdad, se está dispuesto a vivir al lado de la persona amada siempre, no sólo en época de salud, felicidad y abundancia, sino también cuando sobreviene y se instala la desgracia. Esa es la verdadera prueba del amor.

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