Sacrificios por la patria

En estos días lúgubres y difíciles, cuando se anuncia sin cesar que la Patria que nos dejaron los padres Libertadores, la  que tenemos el deber de legar intacta a nuestros hijos y nietos está siendo atacada desde diversos frentes y es anunciada sin descanso la posibilidad, muy baja, pero cierta, de una invasión armada realizada por potencias extranjeras. Son momentos donde los discursos encendidos al calor de la fragua donde se forja el alma de los hijos de este país, llaman y piden a los habitantes de la nación, cada tres líneas,  que se debe alistar para hacer los mayores sacrificios por la defensa y conservación del suelo e integridad de la nación; por esa razón se hace  necesario reflexionar  sobre el significado práctico que tiene la expresión “sacrificios por la patria” y en consecuencia comenzar a definir quiénes se quedarán rodilla en tierra a soportar la embestida del enemigo y quienes huyen a disfrutar las amargas mieles del destierro.
El Padre Bolívar, la máxima estrella en el firmamento de los cielos que reciben a los Libertadores aportó mucho en dolor, sudor, y pensamiento a la gesta libertadora. Al final coronó sus sacrificios, que comenzaron con gran parte de sus fortuna y él valor agregado del apellido de su familia, con su propia salud, la que dejó a lomo de bestias, envuelta en fiebres y dolores en los caminos de América. Pero aun así le quedó suficiente dinero como para hacer un testamento generoso y en algún momento haber pensado en un retiro tranquilo en Europa. En contrario mas sacrificó él pulpero de los pueblos por donde pasó primero él ejército de su majestad y luego él revolucionario, ambos en busca de lo mismo, la comida de sus estantes, la sangre de sus hijos y él entrepierna de sus hijas. Esos hombres del pueblo si lo dieron todo, lo otro se lo arrancaron los gobiernos de un país que estaba en los dolores de un parto que se prolongó demasiado. 

Ellos dieron más que Páez; quien se entregó en cuerpo y alma por la creación de este país y murió en New York bien acomodado; está él soldado desconocido que descalzo y semidesnudo, una noche  sin fecha murió congelado a la orilla de un camino cualquiera sin saber como se llamaba el siguiente pueblo. Esos también son los sacrificios de sangre que la nación exige se realicen en el altar de la patria para la conservación de la vida Republicana.
Muchos son los ejemplos de sacrificios por la patria que tienen nombres y apellidos. Luisa Cáceres de Arismendi fue torturada, perdió a su hijo su honra y su belleza, hasta no ser reconocida por su marido, en resguardo de la conjura libertadora. O Ricaurte quien se inmoló en un acto de valentía ante el enemigo en la población de San Mateo. Estos hombres y mujeres entregaron sus vidas para defender sus ideales y la patria que ellos representan, pero poco es comparado con lo que entregó el señor Pedro Armas, habitante de aquel pueblo que escribió, “Es imposible que yo pueda sobrevivir un solo instante a mi desgracia. Los godos han dado muerte a mi anciana madre de ochenta años que por esta circunstancia jamás pudo ofenderlos, me han degollado tres niños, uno de pecho y dos poco mayores, me han violado una hija y robado a mi mujer”.
Más recientemente, tenemos ejemplos de sacrificios en el altar de la patria realizados por ciudadanos que convencidos y conscientes de sus deberes con su nación que tomaron decisiones terminantes para apoyar su supervivencia. Es el caso del  Teniente naval de la Armada del Imperio del Japón Hajime Fujii quien en la primera mitad de 1945, y con la guerra ya perdida, defendía un Japón  resistía para impedir una invasión estadounidense con su único recurso: de morir matando.
 


El Teniente Fujii, comprometido en  cuerpo y alma con su país realizo la petición para convertirse en kamikaze, pero fue rechazado porque tenía esposa y dos hijos;  su mujer, también comprometida con su país, con su patria y fiel esposa ahogó a los dos niños y luego a sí misma para que su esposo fuera aceptado. Para asegurar su lugar como piloto kamikaze  Hajime escribió una nueva petición en su propia sangre. Fue aceptado y el ataque que lideró causó la muerte de cientos de marineros norteamericanos luego él destructor Drexler se hundiera por el impacto de los aviones. Es necesario agregar que todos estos voluntarios basan su decisión en la cultura del bien colectivo por encima del individual,   y en el sacrificio personal por el bien familiar y de la comunidad, algo muy arraigado en la sociedad japonesa. Escribió él capitán Japonés Takashi Katsumata, “Los jóvenes debemos correr hacia la muerte, no esperarla”


Todos los ejemplos anteriores tienen solo una sola lección, algunos sacrifican sus bienes y aun mas, hasta sus vidas por la defensa de su país, solo unos pocos privilegiados  entregan conscientemente en el altar de la patria, su  honor, sus bienes y derraman la sangre de sus hijos, la de sus padres y la suya propia en defensa del suelo patrio y con ella regar las raíces del árbol de la libertad. Esos son los verdaderos patriotas.

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