Caraotas sopita

Las caraotas negra; también llamadas porotos negros o zaragozas negras, los granos  de la leguminosa Phaseolus vulgaris; base de la alimentación popular y más tradicional de los venezolanos están rodeados de una continua y constante mentira que le impide avanzar en los caminos de la cocina internacional: llevelas, son una sopita.

La anterior frase parece un simple ardid de vendedor, algo así como: está gallina es negra, él queso bajo en sal o son huevos criollos. Es una mentira que golpea profunda en el corazón de quien cocina, que estropea el dia de quien malgasta la mitad de su gas doméstico en ablandar unas caraotas que se resisten al remojo de media noche a la luz de la luna, al bicarbonato de sodio, al congelamiento, al hervor con piedras o al maleficio de devolverlas al vendedor calientes y con insultos. Poco se ha visto en esta ciudad y en otras del país que alguna señora camine por las calles llevando una olla  rebosante  de caraotas duras como metralla de granada para al final del camino arrojarlas a los pies del vendedor mentiroso, que como encantador de serpientes mañana lograra otra vez vender sus materiales de construcción como si fuesen caraotas blanditas. 
Esto causa que los tutoriales en internet tengan una severa carencia de videos en donde alguna persona se atreva a cocinar caraotas al verdadero estilo venezolano. Es casi imposible reflejar en un video la habilidad y compromiso que se requiere para ablandar unas caraotas una vez que se inicia su preparación. Porque parece ser maleficio  transmitido de generación en generación. Una vez que pasa la primera hora de fuego y se determina por consenso familiar que las benditas son duras, se inicia la cruzada por ablandarlas así sea dándoles un paseo por el filo de las cuchillas de la licuadora. lo importante es no dejarlas perder. Pocas, muy pocas veces se a visto, sin importar el tiempo, una olla con caraotas terminar como comida de cerdos. Están cierto él albur o ruleta rusa de si las caraotas se ablandaran o no que nadie las monta para hacerlas caraotas “rapidito” para el almuerzo o para una cena de gala. Toda persona en su sano juicio las comienza a ablandar temprano en la madrugada en previsión de caraotas que resisten al fuego del gas, la leña o el calor de un reactor nuclear.
La existencia de las caraotas que no se ablandan pronto, lleva a plantear la incógnita de porque entre tantas tesis de pregrado, doctorales y cursos de cocina en centros de ciencia y universidades del país, alguna persona no se ha dedicado a investigar sobre la naturaleza de su dureza y a crear un equivalente a la escala de mohs aplicada a esta leguminosa. Es interesante saber que entre tanto ser humano curiosos aún no exista  científico, cocinero o experto en metalurgia que dedique un tiempo a crear la tabla periódica de la dureza de la caraota según sus características organolépticas o la escala de estimación del tiempo de preparación en función inversa de la insistencia del vendedor a que el grano que promociona es “sopita”. Es posible que la razón de tal ausencia de estudios sea que una vez terminado el proceso de cocción, ya con las caraotas blanditas, nadie, por muy investigador que sea aguanta la tentacion de ponerle un poquito de cebolla, ajo, sal, tal vez pimentón  y comenzar a degustar el experimento, para, justo después de terminar de comerlas, anotar en su cuaderno: Nuevamente el sujeto de observación desaparece sin explicacion.

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