Matemáticas y poesía.

Dedicado a mi bogotana preferida en su primer cumpleaños



El mito mas ampliamente difundido en la faz de la tierra, después de la idea que la filosofía es compleja, es aquel que dice que las matemáticas son difíciles de entender porque son abstractas y sin sentimientos. Nada mas alejado de la verdad.


Dejar de estudiar las matemáticas para convertirse en poeta es un contrasentido. Ambas disciplinas requieren del individuo las mismas capacidades: imaginación, organización mental para discernir lo verdadero de lo falso, creatividad e intuición para identificar lo importante de lo superfluo. En ambas especialidades lo que cuenta no es  el resultado en sí, si no la labor filosófica en donde se trata discernir el comportamiento de cosas (sentimientos, estrellas, curvas o flores) es determinar lo que es más importante, el por qué y su proceso. Los cálculos, los números, las "x", las "y", las lagrimas y los corazones jadeantes son solo parte del proceso.

El matemático y el poeta comparten algunas características como lo son la capacidad de utilizar el razonamiento lógico, discernir información verdadera de la falsa y manejar los problemas con nombres que solo sirven para manipular el proceso de descubrimiento de la verdad. Otra característica es la capacidad de percibir formas en el espacio, esquemas abstractos y lograr la simplificación de estructuras para poder analizarlas en detalle. Ambos poseen la capacidad para identificar, incluir, imaginar, representar y sentir atracción por los problemas cotidianos con los que las personas comunes no saben que hacer, no pueden reconocer, no saben lidiar, definir y menos aun resolver. Mas alejados aun están los seres comunes de llegar a reconocer lo útil de un problemas y la aplicación de solución a otras situaciones semejantes.


La matemática escolar, en los siglos pasados, estaba dirigida a encarar los problemas que confrontaba la sociedad de entonces; la regla de tres como método supremo para la resolución de problemas, los porcentajes comerciales como el máximo de la aplicación practica de las operaciones de suma, resta, multiplicación y división. Hoy en día la matemática que se imparte en las aulas de clases ha cambiado en el enfoque. No se puede pensar en tarea alguna que no involucre las matemáticas y sus aplicaciones directas. Las matemáticas han hecho posible el que podamos predecir los cambios meteorológicos, climáticos, estudiar el origen del universo o pronosticar el resultado de las elecciones, clasificar respuestas de buscadores; llegando incluso a descubrir e influir sobre nuestros gustos y deseos como es el caso de los procesos estadísticos de mercadeo. La poesía no necesito de esos procesos evolutivos. Los problemas de los sentimientos, los amores, el corazón y la muerte desde siempre fueron desentrañados por ella. Solo hace falta revisar poesía antigua para comprobar que los clásicos ya analizaron esos problemas. Estúpidos consumidores, hace cien años la poesía nos decía que sentimientos tener ante la muerte y el amor, que flores comprar y que fechas celebrar. Hoy en la mañana también.


Actualmente, más que nunca, existe el peligro de la frustración y desilusión en profesionales, estudiantes y profesores que están inmersos en el estudio de las matemáticas y su método; esto traerá irremediablemente el abandono de este campo de las ciencias por mas y mas de ellos a menos que éstos sean capaces de ver la matemática más allá de su formalismo y manipulación, y traten de alcanzar la esencia real que ella entraña, es decir, que encuentre la poesía que en ella existe y entiendan que todos los comportamientos de la naturaleza pueden ser reducidos a  un sistema lógico, dicho de otra forma, que todos los hechos de la vida de las mismas; los números, los símbolos, las flores, la naturaleza, los corazones, los sentimientos, los comportamientos básicos, la palabra; pueden ser reducidos a cantidades, magnitudes, formas, relaciones y atribuciones mediante el uso de uno u otro de dos lenguajes básicos: matemáticas y poesía.



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