Palco especial en el estadio universitario

 Existe una leyenda urbana que cuenta como la reina de Inglaterra premio al inventor del futbol socquer con un palco personal en el mas importante de los estadios del reino, pero no fue con un palco cualquiera, era uno a la altura del palco mismo que durante los mas importantes juegos de futbol ocupaba la familia real. El lugar le fue asignado de forma vitalicia y con la potestad de pasar de padres a hijos a perpetuidad o mientras la corona ejerza su poder sobre aquellas tierras; esto como todo como un homenaje a su talento por parte de la realeza de su pais y como gesto del pueblo agradecimiento a uno de sus miembros mas notables. Algo digno de imitar.

En Venezuela no tenemos al inventor del futbol, ni del beisbol, ni de otro deporte que apasione a una parte del mundo, por esa razón tendríamos que otorgar semejante honor y agradecimiento a un ciudadano, que este vivo, quien hubiere dado un aporte perdurable; memorable al pais actual y a la naciòn en el futuro; un aporte que finalmente será compartido con los habitantes de una buena parte del mundo quienes estarán de acuerdo en los beneficios de aquel aporte. Digamos por, ejemplo, la cura del cáncer,  la metodología para viajar mas rápido que a la velocidad de la luz o las arepas de mondongo con mayonesa.

Los venezolanos son seres llenos de debilidades, en especial la envidia y la mezquindad, por lo que en verdad les cuesta dar reconocimiento a sus iguales cuando hacen algo bueno,  y eso es malo. Tal actitud y forma de pensar les hace incapaces de reconocer a alguien que realiza un acto o lleva a cabo una creación que perdura en el tiempo y el espacio; menos aun reconocer los méritos de alguien vivo a quien le sean innegable sus cualidades como ser humano que hace un aporte a la vida de todos quienes viven en el planeta tierra.

En el caso hipotético que el inventor de la arepa de chicharon con salsa de ají colmillo de perro hiciera con su creación feliz a la mitad de la población mundial al darle un complemento alimenticio a su organismo y placer a sus paladares; trayendo la paz, disipando las guerras, uniendo religiones y sustituyendo las barreras de los idiomas con la creación de lenguas mortificadas por el picante; y se convirtiera en una leyenda viviente por ser, además, un hombre o mujer honesto, generosos, amable y excepcionalmente protector de los gatos, es casi seguro que no recibe el honor de serle asignado un palco en el estadio universitario de Caracas con la excusa que no se le otorga ese merito y premio porque en su casa no tiene un perro amarillo.

De cualquier forma no se le entregara tal honor o cualquier otro premio a quienes lo merecen, por el temor, quizás, a que el individuo, una semana mas tarde a la ceremonia de entrega, lo este alquilando a personas que pueden pagarlo para lo usen en los días de finales entre equipos de eterna rivalidad o lo preste para fiestas escandalosas y cargadas de sexo ilegal. Puede ser también por temor a que se le reclame al homenajeado y sus familiares por su falta de aseo y civismo en el lugar y respondan con un “esto me lo gane yo y hago lo que me da la gana” Tal vez sus descendientes, veinte años después, digan que “esto le pertenece a mi familia y se lo gano fulano con su esfuerzo” olvidando que eso no es verdad, que el bendito palco no es mas que un homenaje al individuo y su legado, lo que se constituye en recordatorio a todos los ciudadanos de que una sociedad agradecida no olvida a sus bienhechores y que ese agradecimiento se debe prolongar tanto como sea posible en el tiempo como ejemplo e inspiración para otros.

Con tantos problemas, decepciones y discusiones por un espacio para mirar el beisbol, lo mejor será demoler ese viejo estadio y olvidar la mala idea de rendir homenaje a esos mal agradecidos que tanto hacen por el pais y la humanidad.


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