La rubia de minifalda

Los abogados tienen diferentes días todas las semanas, unos son buenos y otros malos, otros simplemente son distintos.

Este era de esos días cuando sientes que una fuerza arrolladora te invade y permite que te comas al mundo en un bocado.

Todo salía bien, en la mañana, victoria en tribunales, al almuerzo, victoria de mi equipo en el fútbol, en la tarde encontré que en la esperaba de mi oficina estaba la propietaria de dos hermosas piernas terminadas en una hermosa mujer rubia, muy bien vestida, sofisticada según sus accesorios, lentes, bolso y bisutería de lujo.

La conversación con la rubia está bien centrada, nos manteníamos en el tema estrictamente legal. Solo mis ojos se desviaba hacia el final de la minifalda amarilla, los tacones altos y el pelo suelto que prometía aventuras sin fin.

Dijo ser doctora en matemáticas, una mujer muy ocupada en arreglar el mundo. Me conto que tenía problemas con la administración de sus impuestos, se había retrasado en la presentación de las declaraciones de sus ganancias y ahora estaba expuesta a la cárcel; en realidad era un problema de fácil solución, solo era de esperar dos años a que los cargos prescribieran y en consecuencia la Administración Tributaria perdería el interés y el caso. Le prometí que en media hora le daría la paz que me pedía. Lo que resolví con un escrito al Juez de la causa justificándole y pidiendo una prorroga legal para la resolución de sus asuntos por seis meses que en consecuencia se convierten en dos años. Una estratagema posible y perfectamente legal, ella nunca dejo de pagar los impuestos, solo se retraso en la declaración. En consecuencia la Ley se vería en la necesidad de dar por terminado el proceso en contra de la rubia.

Al regresar ella aun me esperaba. Era el momento de conversar sobre mis honorarios. Dijo no tener dinero de inmediato, casi con lagrimas en sus ojos me prometido, casi rogo para que aceptara una propuesta. En compensación por mis servicio y por el atraso en el pago acordado prometió pagar el cuadrado de lo acordado este mismo día del año siguiente. Sus ojos verdes le sirvieron de fiador.

Me sentía muy satisfecho. Al ella salir mis ojos corrieron al calendario en la pared. Hoy es 29 de febrero, año bisiesto.


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