Todos ellos, todos los días salen a las calles a interponer su integridad física y mental entre la victima y la calamidad, tratando siempre, y logrando en muchas ocasiones, mitigar la tragedia ajena, individual o colectiva. Cada mañana, cuando empiezan su servicio lo hacen con el firme deseo de regresar al día siguiente a su casa, tal y como lo hicieron al salir, sanos y completos, para descansar en compañía de quienes les aman y para quienes tienen un corazón dispuesto a darlo todo.
Cada día, cada una de sus acciones las realizan sin el
afán de la gloria o del reconocimiento del público, tampoco con la intención de
ser recordados, porque, pocos o nadie recuerda los nombres de aquellos que en más
de una ocasión trasladaron a un enfermo, rescataron de la muerte a un infortunado
o arrebataron de las llamas a un bien material en el que depositaron sus
esperanzas y futuro. Ellos, menos aún, esperan una recompensa o la
gratificación, su trabajo lo hacen por una simple y sencilla razón, es su compromiso,
y juraron hacerlo bien. Esa fue la vida que escogieron los hombres y mujeres que
visten de azul y rojo que cada mañana cumplen con su palabra dada de proteger a
la ciudad y sus habitantes, sin distinción de ningún tipo, para rescatar al
atrapado, extinguir el fuego arrasador y la muerte desatada cuando visten sus
ropajes de tragedia, ellos intervienen con la firme decisión de devolver a sus
familias a los hijos atrapados en las
garras del infortunio prematuro.
Por eso que decir que un bombero es especial, es decir
una frase arriesgada, todos los bomberos son especiales. Tratar de dar más
brillo a las acciones de uno sobre los actos de sus compañeros, hacerlo
diferente a los demás, es una tarea titánica. Incluso aquellos que no están a
bordo de los camiones bombas, rescate y ambulancias; los que están cada día en
la oficina, haciendo prevención, reparando vehículos, dando mantenimiento a equipos
y estructuras, dictando un curso en una escuela, liceo o universidad,
escribiendo una carta o recibiendo la llamada telefónica que les enfrentará con
su destino; todos merecen nuestro respeto y consideración. Pero entre todos hay
algunos que destacan un poco, tanto como un lucero en el firmamento lleno de
estrellas, porque además de cumplir diariamente con su deber dedican espacio y
esfuerzos para trasmitir sus conocimientos y compartir sus experiencias a otros
que están en formación, son bomberos que dedican su tiempo y el de sus familias
a formar otros bomberos y cubrirlos con el conocimiento que los aleje del
peligro y les preserve del riesgo; y esos bomberos hacen la diferencia, ellos
son los que trabajan en formar las nuevas generaciones de hombres que saldrán a
proteger a la ciudadanía. De esa talla es Maximiliano Graterol, un bombero a quien
hace unos días sus colegas, amigos y familia dijeron adiós en lo físico y hasta
pronto en lo espiritual, que será recordado
por sus alumnos como un bombero que
cumplió con su deber.
En Paz descanse 🙏
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