De bicicletas, ciclovías, peatones y caos

El asunto no es socializar el uso de la bicicleta, que bastante profundo a calado en el corazón de las masas mas desfavorecidas, aquellos  que carecen de medios (tiempo o dinero) para acceder al trasporte publico y sin acceso a un automóvil o una motocicleta; el tema con la bicicleta en las grandes ciudades, por ejemplo Bogotá, es que el 85% de personas que las utilizan no lo hacen como vehículo de recreo si no como medio de trasporte para ir a laborar, por lo que las publicidades que hablan de ella como medio alternativo, ecológico y sostenible introducido por los políticos “verde” en la vida de la ciudad, se están aprovechando de la necesidad de quienes, si pudieran, se trasladarían de otra forma sin exponerse a la lluvia, el frio, los huecos, los pinchazos y otros conductores que solo los miran como estorbos en el camino. 



Esa necesidad laboral tiene como consecuencia que la manera de conducir las bicicletas no es la misma que cuando lo hacen por recreo; el conducir se convierte en un acto agresivo y de supervivencia, pues de la hora a la que se llegará, los plazos de entrega de mercancia y lo cansado o no como se termine el viaje dependerá el desarrollo de la jornada, la ganancia, la propina o la simple permanencia en un puesto de trabajo. El ciclista promedio de las grandes ciudades debe luchar contra las congestiones de transito, el desespero o tranquilidad de los peatones y la agresividad de los conductores de vehículos motorizados, que también tienen sus razones para luchar y sobrevivir. Esta pugna selvática logra que ocurran choques entre ciclistas desesperados y ciegos por la necesidad de llegar a algún lugar y no por el placer de pasear.

Para alimentar este caos ocurre que algunos de los llamados planificadores urbanos ven con buenos ojos el juntar en una misma acera, y sin ninguna medida de protección, al peatón y a los ciclistas. Esto es un terrible error, sobre todo cuando no existen reglas claras de circulación de la bicicleta y tampoco las ciclovías cuentan con suficiente demarcación y medidas de seguridad para evitar que un ciclista llegue para atropellar, empujar o causar daño a un peatón, en especial a los menores de edad (niños descuidados) o personas de la tercera edad (viejos que deberían estar en casa, su mecedora) Esta situación ha traído como consecuencia que efectivamente en las ciudades  el número de peatones (niños y ancianos) haya disminuido drásticamente ante el temor del arrollamiento y fuga. Este punto es necesario analizarlo un instante. El temor a las consecuencias de un arrollamiento por un vehículo de 100 kilogramos que se desplaza con una persona a 25 km/h o mas, un temor es real y razonable, sobre todo cuando la victima es una persona de huesos frágiles o pesa menos de 25 kilogramos.

Terror, terror y mas terror es lo que siente una señora de 85 años cuando es arrollada o casi atropellada por un ciclista que se desplaza a su máxima velocidad o mas cuando este le grita desaforado cual comprador de chatarra ¡apartate! para que salve su vida, sobre todo cuando esta escena se desarrolla a las 3 de la tarde de un día de lluvia sobre las gradas de una escalera mientras la doña hace su recorrido diario en busca de salud del cuerpo y la mente, y solo encuentra terror y un escenario que suele ocurrir cuando no existen testigos. Si el daño físico es poco, el psicológico ronda en los extremos de producir paranoias.

Por otra parte, los conductores de automóviles deben aprender a respetar a los ciclistas y motorizados quienes en el fondo siguen siendo seres humanos a pesar de las trasformaciones mentales temporales que sufren cuando están abordo de su corcel de hierro y caucho. En compensación estos tienen necesariamente que aprender a identificar y respetar a los peatones como los miembros mas desvalidos, vulnerables, atravesados y lentos de la cadena alimentaria de la vida en las calles.

No puede ser que un ser humano al ir de ciclista se olvide de su naturaleza como peatón y se comporte como vehículo automotor o como ciclista según sea su conveniencia, es decir, abordando calles, calzadas, aceras, escaleras, gradas, pistas, carriles, jardineras, ciclovías, paso de peatones, pasos de cebra, islas, obras, parques, autopistas y estacionamientos para personas con discapacidad, para hacer gala y uso de su extraordinaria movilidad, pero causando y siendo origen de gran parte del caos y disminución de la sensación de seguridad en la movilidad de las personas que viven en ciudad. La tendencia a conducir las bicicletas sin norma y control esta entre los elementos que contribuyen a la sensación de caos en la movilidad en la ciudad y a la falta de seguridad y tranquilidad que impiden el regreso sano de los peatones a las calles, sobre todo después de la pandemia, y la aparición de un punto de agresividad entre ciudadanos en las calles.

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