Como usted la olvido, se la presento, esta es la alpargata. Es de entender que si tiene usted
menos de treinta años no la conozca, y si es mayor, ya no recuerda la última vez que con
ella caminó. Entonces tampoco recordara lo ligera y cómoda que es su andar, compañía
perfecta en el clima tropical. Algunos creen que es llanera, otros que nacieron en la
guajira, pero lo cierto es su universalidad, aun cuando su nombre nos recuerde a un par de
gatos echados a nuestros pies.
Ocurre que de ella muy pocos se hacen acompañar, los estigmas de la moda popular hacen
que andar con ella sea signo de marginalidad, pobreza, ser “veguero” y falto de clase; nada
más apartado de la realidad, en los espacios de mucho lujo, descanso y relajación son la
compañía perfecta, o sea, una suerte de secreto bien guardado por quienes saben disfrutar
de lo bueno. Son buenas por baratas, de fácil lavado, como el pie no suda no hay hongos
ni mal olor, tanto o mejor que un calzado de piel o en tela, ella no es objeto de robo y
tampoco es lógico perder la vida por un par.
Tenemos que reconocer la calidez y sopor que produce el contacto con su piel cuando son
de cuero, su frescura cuando son de lana; es perfecta para el clima tropical, sobre todo
cuando es necesario mojarse los pies sin dejar de proteger la planta, reconozcamos que en
este clima es el calzado más adecuado para llevar. Su uso en sociedad es para unos pocos,
una afrenta al buen gusto, pues según ellos, nos hacen parecer campesinos. Esta es la
razón que lleva a que algunas personas se eximan de utilizarle, por miedo a las crítica y
burlas, mas esta categorización es un tributo de hombre trabajador.
Incluso el más encumbrado de nuestros amigos tiene cuentos de un abuelo que a su padre
le decía que al ir de vista se pusiera la ropa de salir y las alpargatas con suelas de cuero,
porque las de goma eran para uso diario. Los más humildes, que regularmente andaban
descalzos tenían sus alpargatas guardadas para las ocasiones especiales, fiestas, santos y
para la escuela. Esas narraciones incluyen cuentos en donde había que cruzar varias
quebradas, barriales o pantanos, por lo que hacían el camino descalzos y en el último río,
se lavaban los pies y calzaban las alpargatas para llegar limpios a la fiesta. Antaño era
prenda infaltable para ambos sexos, actualmente es solo la protagonista de los actos
culturales en las escuelas, donde los muchachos hacen de campesinos y las niñas
bailadoras con vestidos floreados, bailando un joropo o un tamunangue.
Zapatear un joropo quiere, para un mejor decir, “alpargatear” la canción, sentir el polvo
del suelo entremetiéndose en los dedos, un placer adulto que nos integra con la madre
tierra. Y es que ponernos las alpargatas es decir fajarnos con el trabajo, colgarlas señalan
la muerte, porque ellas forman un hablar que tiende a desaparecer: “ponerse las alpargatas
que lo que viene es joropo” para señalar tiempos de lucha, “bailar en un tusero con
alpargatas nuevas” para indicar tiempos dificles, un peligro inminente o estar en una
situación problemática.
Acaso muy pocos recuerdan el nombre de sus partes; la capellada o capellá es la parte
superior que cubre al empeine y la parte delantera del pie, talonera es la parte que forma el
arco del talón y el atadero, que sirve para unir la capellada a la talonera. Las hay de tela,
de cuero de vaca o chivo, mejor son las tejidas, las suelas pueden ser de suela, cuero o
goma espuma, las hay con tacón, las más vernáculas son de cauchos reciclados porque en
la playa dejan marca. Las suelas fueron alguna vez de sisal en donde lo había y no se
disponía de cuero.
Su huella está marcada desde México hasta Argentina, pues ella acompaño a las tropas que
libertaron este continente, estuvo con los campesinos que hicieron revoluciones y
acompaño al soldado venezolano durante un siglo, desde Cumana a Maracaibo, desde
Caracas hasta Apure, pasaron los andes y vencieron con paso seguro los más curtidos
ejércitos del mundo en su tiempo. Los militares de hoy día no las usan pues no dan
sensación de firmeza, seguridad, fuerza, empuje y no suenan al marchar, además quedaría
mal eso de patear con alpargata al extranjero invasor. Esta es pues, la eterna alpargata.
En mi país, Costa Rica se conocieron como caites..... ah historias se tejieron alrededor de su uso.
ResponderBorrarYa ni las recordaba, imaginarlas me llevan a mí niñez y automáticamente las relaciono con ancianos que la usaban con liqui liqui, sombrero y lentes sujetados con elásticas.
ResponderBorrarExcelente mi estimado amigo.
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