Regrese el viernes

Cuando fui a la oficina principal de una institución y me encontré pegado en la entrada un anuncio que en grueso caracteres dice, “regrese el viernes en horario de atención al público”, se abrió mi imaginación: ¿hay otras horas de trabajo que no son de atención?. Ese cartel no me dio respuestas, pero había un amable gestor me ilustro señalando que existen las horas administrativas, antes y después de la atención al público. A partir de ese día nunca más me moleste, grite o patee por esa causa, entendí al funcionario público, ahora llamado servidor público, acto que ha mejorado de manera sensible la calidad y cantidad de atención. A ellos nadie los comprende, siempre son los últimos de la fila, los que nunca serán atendidos, los últimos en salir de la oficina. Por eso y desde entonces no me quejo cuando me dicen vuelva el viernes.

Armarse de paciencia bíblica es necesario para realizar cualquier trámite. Observemos que nunca hay suficientes funcionarios para darse abasto con la cantidad de gente que tiene la mala maña de acudir a estas oficinas todos a la vez, que con la excusa de haberse parado temprano se desesperan, y por eso reclaman rápida atención, sin tomar en cuenta que los funcionarios tienen mucho trabajo y no tienen todo su tiempo para atenderles, ni están  puestos por el gobierno solo para atender público, también tienen que hacer trabajo administrativo. Ellos solo tienen 35 horas a la semana para atender público y hacer sus otros deberes. Para reposar solo dos horas, y en algunos casos una y ese tiempo les debe servir para todo. Ellos también tienen que madrugar para llevar a sus hijos al colegio, el esposo al médico y las novias a la universidad. Nada que decir de las madres que a media mañana deben ir por un boletín, corte de notas o reunión de carácter obligatorio. No puedo olvidar a las preñadas que van  a la consulta mensual, o a corregir el malestar semanal; menos aun dejar de lado las que tienen el sagrado deber de amamantar, ellas llegan tarde y salen temprano. Por eso no me molesto ni maldigo cuando desde detrás de un vidrio blindado me dicen que hoy no me pueden atender, que vuelva mañana temprano antes que se vayan.

Renegar de mi suerte mientras enviaba una maldición egipcia a los ocupantes de un edificio nunca ayudo con la ulcera que se producía cuando encontraba que la persona con la firma autorizada no estaba y  que en el resto de la tarde no regresara. Hoy día ni siquiera les lanzo un maleficio gitano cuando en una oficina llena de funcionarios me dicen que “el que lo hace no está, los que estamos no sabemos y el que sabe no volverá”. Molestarme por esas cosas significa que no entiendo que ellos solo son humanos con dos manos; cuando esto pasa me provoca entrar a ayudar. La verdad es que ellos al igual que todos tienen colas que hacer, en el banco para cobrar, en el mercado para comprar y en los baños para entrar. Por eso cuando me dicen, a lo lejos, bajo la custodia de un militar, regrese el lunes, les bendigo.

A la hora de pagar un arancel o tributo nunca me pongo impertinente, ni cuando me envían al banco que tiene un solo cajero, que esta atestado de gente y no tiene aire acondicionado. Comprendo que no acepten efectivo porque hay ladrones ni ellos son banco, tampoco transferencias ni aun del mismo banco porque hay mucho timador en la  internet, que no acepten recibos del cajero automático ni aun depósitos en efectivo por que nunca se sabe, y menos aún cheques porque hay mucho fraude. La verdad es que percibo la causa de porque no tienen puntos de pago, esos aparatos nunca funcionan,  se echan a perder a cada rato, cuando no se quedan sin papel o el técnico no ha venido a repararlo, además las tarjetas de crédito cobran un porcentaje y las de débito las clonan. Por eso sonrió y respiro hondo cuando al lado del punto de pago hay un vigilante armado y un papel que dice, intente mañana.

Jamás pido copias de un documento si no estoy preparado para esperar días, semanas o meses, ya estoy claro que el libro o documento no puede salir solo, debe ir custodiado. Es absurdo pensar en un método para facilitar este proceso, sea cámaras de vigilancia o custodia de privados armados, porque entonces un funcionario o dos se quedarían sin trabajo. Eso ocurre sin importar que al entrar en la oficina publica me quitaron la cedula, el celular para evitar tomar fotos, el carnet de conducir, me tomaron una fotografía, revisaron si vote, cuantas veces he salido del país y que me hicieron una entrevista que repite las mismas preguntas en todos los ministerios, incluso aquella que dice consulta si he sido beneficiado de algunos de los programas de la institución. Como estoy claro que de nada vale que me haya criado en la misma calle que funcionario y ni que somos hermanos, no me pongo bravo cuando desde detrás de una puerta de vidrio, una cara sonriente me dice que hoy están celebrando el día de las secretarias, que no hay nadie trabajando, que regrese el lunes,

Osado es pedir copias certificadas, nunca me hago el pesado, espero la certificación en silencio, mato el tiempo pensando en un sello con esa función o en la digitalización de archivos, que por ley pueden ser enviados por correo electrónico y certificados. Y no es que me moleste la forma y calidad de la atención que dan al público, lo que me molesta es que me la dan a mí; y yo quiero la que dan al recién llegado, al coleado, al motorizado, al anciano, al gestor, al discapacitado, al pana o la buenota. Ya no me atormento, ni aun cuando las oficinas virtuales me envían un correo que dice el día y la hora en que seré atendido, pero que llegue temprano porque solo reparten diez números a las tres de la madrugada, o si no, vuelva mañana, que gustosamente será atendido.


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