Taxis y su impacto ambiental

Desde su aparición, de forma organizada en la ciudad de París, en los albores del siglo XX para sustituir los carruajes tirados por caballos, los taxis y sus conductores son protagonistas de huelgas, protestas, películas y también objeto de crisis, controversias, políticas de movilidad, escenario móvil de crímenes y hasta de actos locura o heroísmo del más puro. Con tan variada presencia en la vida de las ciudades modernas es imposible que no se vieran involucrados en el debate sobre el cuidado y conservación del ambiente para la vida humana.


Ocurre que en esa dirección los taxis tienen varios defectos insalvables. En un mundo que lucha por hacer posible, obligatorio, consiente y solidario el viaje a plena capacidad de los vehículos particulares; con la intención de reducir los viajes en solitarios y dar un uso racional y masivo al automóvil; los taxis van y vienen sin pasajeros, pasean por las ciudades cazando clientes, perdón pasajeros, y además tiempos eternos detenidos y encendidos esperando ser llamados para hacer un servicio, en muchos casos estas esperas superan el tiempo invertido en el viaje propiamente dicho. Esto se puede observar de forma patente y patética en aeropuertos y terminales de autobuses.

A ese triste panorama del desperdicio de combustible y emisión de toneladas de gases de la combustión se debe sumar el viaje de regreso que normalmente realizan sin pasajeros; solo ocasionalmente consiguen una nueva misión durante el retorno y aun así el tiempo de espera o sin uso eficaz no deja de ser vulgarmente. Los taxis son tan ineficaces desde lo del consumo de combustibles, energía, recursos materiales y tiempo de vida de los seres humanos porque pocas veces o nunca procuran reducir los tiempos de viaje pues parte de la ganancia sale de la duración de este y por otro lado el tiempo para ir a buscar al pasajero es muerto y luego regresan vacíos, sin pasajeros a su origen creando entonces para el traslado de un pasajero dos viajes vacíos. A lo que es necesario sumar que el 60% de los viajes se realizan en un vehículo ocupado por una o dos personas. En conclusión, son un desastre organizacional. En este aspecto, la organización de las rutas y la prestación los servicios, las aplicaciones de despacho de mercancía, correos y comidas son más eficientes, pues procuran que el individuo-conductor-despachador esté ocupado tanto como sea posible (sin disminuir la esclavitud moderna) recortando los trayectos vacíos, los tiempos muertos y los descansos.

En fin, los taxis, junto con los aviones privados, los yates, las botellas desechables, los pañales plásticos, las maquinas para caminar y las salsas en empaque individual, entre otras, son la manifestación patente de la que la humanidad aún mantiene la posición del interés individual sobre el beneficio del colectivo y la del placer inmediato sobre el beneficio colectivo a largo plazo. En otras palabras, la humanidad continua en la senda que le llevara al suicidio como especie.

Comentarios