Esa denominación quedo atrás en la fantasía, hoy día los adoradores del dinero existen entre nosotros y no son los millonarios. Son los más pobres de corazón y muchos de ellos carentes de medios económicos que literalmente adoran la moneda tal y como se adora al dios de una antigua religión; con saña y sangre. No es que los fieles del dios dinero de antes sean mejores que los de hoy, es que los nuevos vienen con una alta dosis de fanatismo y de ignorancia que los hace especialmente interesantes, dignos de un estudio social, análisis teológico, económico y hasta psicológico.
Son personas tan especiales,
estos adoradores del billete y las monedas, que entre sus pertenencias de uso
diario está el billete de un dólar; escondido en su cartera si son hombres o
entre sus prendas intimas si son mujer; en ambos casos es posible que lo lleven
oculto entre la funda y el teléfono celular. Están tan convencidos de las
propiedades magnéticas y atractivas para la fortuna, según ellos y sus ungidos,
de esa pieza monetaria, que hasta le ponen nombre, el más frecuente es “el
llamador”.
Otros adoradores del
dinero menos reservados suelen tener en su casa la imagen de un billete de cien
dólares en la sala, en el mismo lugar donde no colocaran jamás el retrato de un
familiar de trayectoria relevante, como el general que lucho en las guerras de
independencia o la abuela que vino de otras tierras y se impuso a las
adversidades para progresar en nuevos mundos.
Los hay también que
cargan el símbolo de su moderno dios en llaveros, camisetas y collares. En contrario
de las antiguas religiones estos signos no son objeto de persecución o veto por
parte de las autoridades políticas, lo que hace pensar en que estamos ante la
religión oficial no declarada por los gobiernos, esto más allá de la fachada de
tolerancia y progreso social con el que se suele cubrir estas manifestaciones
grupales del llamado modernismo.
Al respecto de esas
manifestaciones es necesario observar como las nuevas religiones (las mismas
que suelen atacar los principios, tradiciones, estructuras y literatura en que
ellas mismas se basan) sostienen un discurso, el de la oración y la plegaria
dirigida a la prosperidad basada petición continua de dinero, su posesión y
acumulación como compromiso de fe. En muchos casos su dios es verdadero, bueno
y poderoso porque les da la prosperidad y la felicidad, ambas disfrazada de
dinero. Y su fórmula es sencilla de cumplimiento es sencilla, si tienes, debes
dar, dar a la prosperidad de la congregación y su predicador, para que su dios
en reciprocidad lógica, les devuelva el diezmo ya multiplicado por cien. El
dios dinero es ofrecido por sus autoproclamados profetas como el negocio del
siglo, el que dará a los creyentes que se embarcan en su culto una ganancia
piramidal sobre la inversión.
Lo mas impresionanate
al respecto de este nuevo ocupante de una curul en el Olimpo es su capacidad de
invadir otros espacios, aun los más antiguos y tradicionales. No deja de ser
confuso ver a las antiguas imágenes que, antes iban cargadas de productos del
campo, van ahora con sus alforjas rellenas con pequeños billetes de cien
dólares; como en el panteón de los venerados en las religiones originarias del África
se cuela el apellido dinero y los antiguos símbolos orientales en imágenes
empiezan a ser reemplazados con $ o €; también es frecuente ver como los
comerciantes se persignan con el primer billete del día. Eso deja claro lo que
la nueva religión y su dios mandan y existen entre nosotros, que la felicidad
completa es posible, pero hay que pagar por ella.
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