Interrogatorio y dos cuentos mas

Interrogatorio

En la sede de la policía secreta los especialistas en este método para averiguar la verdad y provocar la delación entre los disidentes esta todo listo para recibir a su próximo invitado.

 El jefe interrogador instruye a sus aprendices. Una de las dos mujeres en la sala señala con seguridad y aplomo de quien sabe las líneas del manual de interrogación traído desde "la isla".

Y que paso con arrancar uñas. unos baldes de agua helada y las amenazas de violar a su perro y a sus hijas; son la bitácora del día.

El jefe interrogador, un pco enfadado dice a sus alumnos.

- Los dedos rotos no le importan, la picana eléctrica solo es un susto y la pérdida de sueño, nada, para el es algo de algo de todas las semanas. Es un hombre extremadamente duro.

El alumno mas tonto y ultimo de la clase, tratando de parecer inteligente señala.

¿Pero si le ponemos luces fuertes dirigidas a la cara? ¿Y si mientras le hacemos las preguntas lo escupimos con saliva pastosa y mal aliento?

El profesor y los demás alumnos ignoran por completo el comentario que menciona técnicas tan básicas y casi inofensivas.

El mas aventajado de los estudiantes interviene haciendo comentarios arrancados a los manuales traídos desde la "madre patria".

- ¿Pero si le ponemos luces fuertes dirigidas a la cara y una cámara sólo para el?, ¿y un monitor para que el controle sus gestos y expresiones? Entonces de repente, le entregamos en sus manos un micrófono y antes que reaccione pido para él un fuerte aplauso, y sin tiempo para un respiro digo: … ¡yyy… cuéntenos! ¡Cuáles son sus más recientes secretos de conspiración? No puede fallar. 

El maestro dice a sus alumnos con entusiasmo.

- ¡Este truco no puede fallar, es esclavo de su ego e imagen! 

Al día siguiente doce presentadores de la televisión aparecerán en las noticias, en diferentes lugares de la ciudad, con una sonrisa en los labios y un tiro en la frente.


Tus manos

Te amo mami, amo también tus manos que me cuidaron y defendieron, 

Tú mano derecha primero y despues destruyo el cuchillo, la ropa y los deditos de esa bella niña que guarde como mis recuerdos, los que llamaron “las sangrientas evidencias que incriminan al asesino”, con ellas me han inculpado por la muerte de esas prostitutas.

Solo tu creíste en mi inocencia

Y fue tú mano izquierda la que empuño la pistola con que secuestraste a la policía que fue rescatada mientras yo escapaba, no querías verme encarcelado; tu mano izquierda me permitió seguir siendo libre y jugar de nuevo con muñecas de la calle. Y despedazarlas cuando me anurri.

Por eso no sé cuál de tus manos amo más, ayúdame a escoger. Tienes razón mamita, las dos son iguales, me amaron y nunca me juzgaron, por eso ahora no importa cual prefiera, ya estás en tu féretro y allí no se notan, están escondidas, ausentes, pero esa distancia que me separa de ambas me es insoportable, tú me amabas, pero ellas me cuidaron y expresaron todo tu amor. 

Pero hoy debo decidir entre la derecha y la izquierda y no se a cuál de ellas amo más. 

Por eso me llevare las dos.

 

La primera vez

¿Cómo se siente estar fuera de lugar? ¿Qué se siente estar en el lugar equivocado? Eso lo puedes sentir cuando eres la estudiante de medicina, joven con senos grandes y firmes, manos delicadas, y además tienes el pelo rojo. Ojos verdes los tiene cualquiera. Pero un pelo rojo, largo liso, con un excelente cuerpo para colgarlo, con excelentes y largas piernas para movilizarlo, son los atributos que te hacen diferente cuando llegas a un pueblo donde todos son campesinos que ven un ejemplar así como yo por primera vez.

Llegue a aquel perdido pedacito del mundo invitada por mis amigos de la Universidad. Al terminar el horrible viaje en bus y sin aire acondicionado, con 40 grados a la sombra, con polvo y exceso de pasajeros, regreso a mi mente la maldita insistencia de mis compañeras de residencia. Vamos al pueblo, me decían. Ellas y su raro deseo de conocerme tanto como pudieran. A estas princesitas de mente pequeña todo se les hacía muy grande, tanto que la plaza Bolívar de aquel lugarcito del estado Zulia, que se podía bordear en cinco minutos, les parecía una vuelta al mundo.

En media hora luego de nuestra llegada se inició una noche larga y calurosa. Mis compañeras dijeron que estaríamos allí solo el fin de semana. No era mucho el tiempo, eso me parecía. La anfitriona, nacida y criada en el lugar era estudiante de sociología, que bien pasaría por charcutera en Maracaibo. Ese cabello corto y pintado de amarillo se correspondía con su origen italiano, y su silueta gruesa como un salchichón español la hacían resaltar en ese pueblo de campesinos que solo habían tenido ojos para ella y sus inseparables amigas y compañeras de residencia. La italiana sin tetas y la trigueña de ojos saltones, ambas estudiantes de economía, insípidas, sin tema de conversación, que sin la luz de su líder estarían vendiendo cotufas o tostadas maracuchas en una esquina de este mismo pueblo.

No era mucho lo que tenía que recorrer hasta la casa donde dormiríamos, tres calles y ya el tour había terminado. En una de las esquinas se encontraban reunidos los jóvenes que tenían la posibilidad de holgazanear en un lugar donde todos trabajan, desde lo lejos les escuche haciendo alarde de sus posesiones, comparando quien tenía la mejor camioneta, las mejores botas, el mejor sombrero. Eran chiquillos jugando a los vaqueros trabajadores, a los hacendados laboriosos, de todo hablaban en un mismo instante, de todo menos de cómo ganarse la vida. !Qué ironía¡

De esos estúpidos el líder era fácil de identificar. Como el perro malo de la jauría era alto y moreno, ladraba más y más alto, lo que facilitaba descubrir su poca imaginación. Como a un buen can a lo lejos se le veía lo peleonero y competitivo al extremo. Esa noche estaban lejos de su esquina habitual. El segundo al mando se encontraba con una pierna rota y no se podía alejar de su casa, una más de las que hay de habitual en esos pueblos. El accidentado se encontraba sentado en una perezosa casi en medio de la calle. Sin camisa y en short como es habitual en noches de calor, era imposible dejar de ver ese yeso luchando por escapar de la masa de pelos que era la pierna y que se prolongaban por todo el cuerpo para gritar a todas las que pasaban que quien estaba hay era hijo de portugueses. Esfuerzo innecesario. Su baja estatura, la piel quemada del sol y los ojos grandes lo delataban. Y

aunque estuviera cubierto por una carpa, su hermano menor, que con acento respondía a la madre que desde el fondo gritaba groserías, era suficiente para delatar su origen. Les acompañaba un cuarto elemento, un gregario que solo servía para hacer que les llamaran grupo y no pareja.

Nuestro cortejo de mujeres y maletas se detuvo en cuanto líder con forma de salchichón reparo en un quinto sujeto, uno fuera de lote. Este era más alto que todos, de ojos verdes que brillaban en la oscuridad, con el pelo y músculos como caballo de trabajo, y fácilmente se miraban las manos grandes de quien en verdad trabaja.

Luego de intercambiar los saludos de siempre y las estupideces nuevas, el potro de trabajo se separa del grupo y con prudencia se acerca a la trigueña de ojos saltones para preguntar:

- ¿Cuándo llegaste?

Como si no supiera que al pueblo llegar un autobús por día. Ella toma su tiempo, respira dos veces, casi no puede creer que le hayan dirigido la palabra, y responde.

- Apenas esta tarde, hace un ratico.

Como si el no supiera de memoria el horario del único autobús que entra y sale del pueblo. Mirándonos con ojo de ganadero que ve buenas reses sigue:

- ¿Y cuánto se quedaran tú y tus compañeras?

Una vez más, tarda en volver a respirar, traga saliva, se humedece los labios y sin mucha prisa le dice:

- Solo estaremos el fin de semana, ella – señalando hacia mí - es estudiante de medicina y el lunes tiene examen. Tu sabes, así son las de medicina.

Esa señal me hizo sonrojar. En otros lugares he pasado desapercibida o hasta desagradable me ven. Y para mí, en este perdido pueblo ha sido el gran cumplido. Un hombre que me ve de pies a cabeza y no pestañea de asombro. No se amilana. Me mira de tú a tu y ni sonríe. Eso en cualquier lugar del planeta es una gran hazaña.

Me latió el corazón al sentir su olor, traído y aumentado por la brisa caliente, y ver que a pesar de la oscuridad esos ojos bellos se dilataban al encontrarse con los mios, y como sus poros se abrían tratando de absorber mi perfume. Era su presencia, ese día, lo más lo más cercano que he podido sentir a estar con un famoso escritor, pintor o estrella de rock.

Fue breve la conversación de la compañera con aquel joven hijo de italianos que se dedicaba a administrar la finca de sus padres, y recuerdo que no se veía feliz por estar allí trabajando, pero tampoco era un gran sacrificio para él, termino por entender que era herencia, la que su abuelo constituyo, que luego su padre desarrollo y que ahora era su deber hacer crecer.

Mi guía y la italiana se entregaron a conversar con el enfermo y su amigo, el portuguesito menor había desaparecido para atender los insultos de la madre. En tanto permanecí de pie a un lado de la calle. Perturbada sin saber cómo intervenir. Pero nada, solo quería verlo y disfrutar de ese hombre que sin quitarme la mirada de encima me ignoraba.

La conversación llego a su fin y mis compañeras se despedían con besos y hasta mañanas, que estés bien. Mi despedida y presentación con el italiano fue un estrechar de manos que me sacudió. El “mucho gusto”, y el “es un placer” nunca fueron dichos con tanta sinceridad.

A pesar de estar a una cuadra de la casa él se ofrece a llevarnos. Mis compañeras sin pensarlo y sin consultarme me empujan dentro de su camioneta. Son los cien metros más embriagantes y confusos. Su olor a macho y sudor me hacen estremecer. El calor y la emoción me hacen sudar por lo que irremediablemente comienzo a oler a hembra, sus ojos verdes me lo dicen. En el camino, que se alarga a propósito por maniobras del chofer, el propone tomar algo. en forma delicada hace saber todas que desea conocer a la joven estudiante de medicina. No puedo disimular más y expreso con complicidad que también deseo conocer a nuestro galante amigo y por su puesto su trabajo y al pueblo. Para hacer espacio, me disculpo diciendo que:

- Ocurre que estamos algo cansadas.

Las compañeras de paseo dicen a coro:

- ¿tú quieres ir? Aprovecha que te lleven a conocer todo el pueblo. A nosotros nos están esperando y no podemos tardar más.

- Si te intrigas y deseas conocer más de ese lugar tienes al guía indicado.

Dijo una, no se cual. Otra asintió para agregar:

- Así conoces todo el pueblo y su gente. Ve tranquila, él es todo un caballero, yo me acuesto tarde y sin importar la hora te espero. No dormiré sin ti.

Y dirigiéndose al italiano le dijo:

- Tráela temprano. No podría dormir sin ella en la casa, sin saber dónde la llevaste. Me la traes temprano.

Las seis calles del pueblo son anchas y largas, el paseo fue breve. Me propuso de inmediato tomar cerveza fría en el bar del único hotel del pueblo, y acepto. No tardó tres cervezas en preguntar:

- Has estado alguna vez con un hombre, digo, íntimamente.

Le respondí, sin bacilar, con la verdad acicateada por mi cuarta cerveza

- ¡No!, por supuesto que no.

Y el pregunto de nuevo

- ¿Lo has pensado?, digo porque hoy es un buen día y tú me gustas mucho.

Y repitió

- ¿Lo has pensado?

Le conteste sin vergüenza, ni pudor, inclinado mi pálido rostro, que sí. Aunque sorprendido por la respuesta no se amínalo. Se repuso de inmediato para proponerme que iríamos a una habitación del hotel. El encargado, amigo de la familia ya le había entregado la llave de su mejor habitación. Sonreí nerviosa pero a la vez decidida. Me dije, a mí misma en un momento de duda:

- Piensa pendeja, será es tu primera vez,

- ¿No deberías estar enamorada por lo menos?

Luego divagar entre la conversación con el italiano, mis propios pensamientos y tres cervezas más, me encontré frente a la puerta de la habitación, la numero 22, trata de abrir sin prisa y sin desespero, no quería hacer ningún movimiento inútil que me hiciera retractar, tenía que demostrar que era un hombre de mucha experiencia, pero ya era evidente que yo sería su primer virgo. Las llaves se le caen dos veces antes poder abrir.

No recuerdo haberme preparado para este acontecimiento como es debido. Solo recuerdo la textura de sus manos, ásperas por el trabajo duro. Trato de ser cuidadoso, como cuando tiene una ternera recién nacida entre sus brazos, me toma con fuerza y me llena con besos que nada significan para mí, para la joven estudiante de medicina. Siento que todo es una clase audio visual de cómo hacerme mujer. Estudio con cuidado la lección, hago lo que me ordenan y contesto todas sus preguntas. Respiro acelerada, trato de tragar y no puedo, un espasmo cubre mi vientre y un extraño temblor recorre todo mi cuerpo. Me preparo para sentir mi primera vez. Seré mujer completa; mi cuerpo y mi mente están preparados para toda clase de sensaciones.

¿Qué está ocurriendo?, no he sentido la penetración, estoy desconcertada. Él ya ha terminado. No entiendo bien que ocurrió. Sé que es el final porque siento en mis piernas y vagina una sensación húmeda y caliente que rápidamente se hace fría y pegajosa, para luego desparramarse entre las sabanas. Pero aun así lo racional no me da suficiente información para entender lo que ocurrió.

No sentí el dolor que todas han relatado, no creí tocar el cielo, ni sentí sobre mí el estremecimiento del macho que a punto de morir me da lo mejor de sí. No entiendo, solo un desconcierto me embarga, una ausencia que antes de entrar a la habitación no sentía la invade como sombras.

Lo más extraño es que el joven macho está satisfecho, lleno de orgullo me sonríe. Me indica con dureza y sin nada del cariño del hace quince minutos me tenía, que debo darme una ducha. Me levanto sin preguntar, sin articular palabra, sobrecogida solo por el asombro de lo que no ocurrió.

Regrese en el primer bus de la mañana, cualquier excusa fue buena para huir de ese extraño lugar. Ya voy en camino agobiada por el calor que comienza a despuntar. Por la ventanilla saco la cabeza fuera del bus, mi pelo rojo, largo y medio mojado aun por la segunda ducha que he tomado no oculta mis senos ni mi decepción. Estoy llena de enfado. No perdí lo que esperaba perder y al contrario solo me encuentro con dudas. Ansió sentir lo que dicen se siente y disfrutar lo que dicen que se disfruta.

Me voy como llegue, estudiante de medicina y virgen, con la desgracia de unos senos grandes y firmes, y mi pelo rojo. Ojos verdes y una decepción los tiene cualquiera.

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